Conclusiones de un día perfecto
Hernán Charalambopoulos - 31/08/2010El comienzo del día perfecto tuvo lugar a la hora del desayuno de domingo, cuando entre siete amigos nos encontramos abrazando una mesa de café ante la atenta mirada de las dos Bugatti, que con su hidalga estampa remataban una de las postales más emblemáticas de las que hayamos participado últimamente.
Y es que no se trata simplemente de poner dos autos de gran valor en un lindo café, y contar una historieta para la platea… Lo de ayer fue un acto de comunión, una liviana, pero a la vez sacra ceremonia entre informales devotos de los autos de época.
Sin haber crecido dentro del ambiente de los clásicos, aunque siendo un eterno entusiasta, RETROVISIONES, además de haberme hecho aprender muchísimo sobre autos, me dio la posibilidad de conocer personajes y hacerme de buenos amigos como los que ayer nos acompañaron en esta poco almidonada reunión de compinches.
Dentro de un mes vamos a cumplir nuestro primer año de vida, y cuando (lo repito hasta el cansancio) junto a Speratti en esa tórrida noche de tragos durante el carnaval de Barranquilla, sembramos dentro de nuestras cabezotas la semilla de RETROVISIONES, imaginamos exactamente esto que nos está pasando.
Larga vida entonces a las salidas, encuentros y acaloradas charlas girando siempre sobre el mismo eje, como los rayos de las Borrani… Hundamos el pie derecho y sintámonos vivos detrás de algún volante de madera, con el viento que nos cachetea y que se lleva con él algo de nuestra salud, dejándonos de recuerdo la voz ronca y el pañuelo húmedo. Vivan también, las noches de vino tinto y libros en lo de Bertschi, a quien considero la única persona en el mundo que logró cansarme hablando de autos, y en honor a ello le propusimos ser quien corone y termine de dar forma a nuestro singular triunvirato.
Vivan las reuniones de garaje con la desbocada jauría escupiendo datos y chismes del ambiente, en donde aprendí a descifrar los personajes y a entender finalmente quien es quien. Las apacibles charlas con Lao Iacona y su singular manera de contar las cosas café de por medio, o bien escribiendo para nosotros. Los asados de camaradería del “Clú” Alfa, y mi eterna impuntualidad que me hace perder el salamín con queso de la entrada.
Aprendí también en este tiempo a tocarme allí abajo cuando nombran algún personaje que espanta la buena suerte, a escuchar los comentarios de tal otro, y a disfrutar con la presencia de todos. ¡Viva también el incipiente y pujante Club Saab, que con tres miembros más uno honorario, está por incorporar un cuarto y enérgico socio!
Gracias Manuel y Santi por estas ganas de escribir, por sacar a pasear nuestra pasión y que nunca se acabe esto de reclutar almas cómplices en la cotidiana veneración del Dios metalúrgico que vestido de auto viejo se nos presenta a cada instante y nos roba la lucidez, dejándonos preso de sus encantos.
Ladrón de mi cerebro, te extrañaba…