Una ciudad con muchas pulgas
Diego Speratti - 20/02/2010Amable mañana de sol en Bogotá y el primer «compromiso» en la apretada agenda del único domingo de estadía a 2.600 msn es ir a ver que hay de nuevo en los tres museos del centro que son uno: los vecinos Botero, Banco de la República y Casa de la Moneda.
En el segundo de los espacios la sala principal alberga las adquisiciones recientes (en rigor de verdad dice «últimas adquisiciones», pero esperamos que no sean tales). Fotografías, dibujos, pinturas e instalaciones de artistas colombianos u obras inspiradas en esta bella tierra hacen parte de la muestra.
Bueno, bonito y gratis (mirarlo), pero me apura ir a otro lugar donde el bolsillo alcanza para mis propias adquisiciones, el Mercado de Pulgas San Alejo, ubicado a poquiticas cuadras de allí, uno de por lo menos cuatro que funcionan en domingo en Bogotá.
Los mercados de pulgas bogotanos poco tienen del folklore y los tesoros del Tristán Narvaja montevideano y nada de la elegancia y los precios astronómicos de un San Telmo porteño y, sin embargo, siempre se vuelve. La mayoría de «pulgueros» por aquí son ferias donde los recicladores exhiben los tesoros encontrados en la labor de rastrillaje de las calles entre semana. Por lo general todo está muy deteriorado y si uno compra algo es porque se vuelve misericordioso con algún objeto que si no encuentra un alma caritativa volverá a guardarse hacinado en una caja, para continuar con su inevitable proceso de degradación hasta el domingo siguiente.
En el par de temporadas recientes que viví en Bogotá, me la gocé unas 15 veces en San Alejo, algunas de ellas en paquete completo y continuado de búsqueda de chécheres por el más elegante mercado de Usaquén y el mucho menos elegante Parque de los Periodistas. Indefectiblemente, siempre se vuelve con algo a casa.
Como en las próximas semanas mi casa será el auto decidimos, mi «renolenta» y yo, que le haríamos espacio a un nuevo compañero de viaje, un amuleto, esta vez en forma de cuadrito enmarcado en madera con una foto blanco y negro de lo que parece ser un Studebaker phaeton de los años veinte con todo una cuadrilla de toreros encima, listos para su inmunda faena en alguna plaza de provincia (debo la reproducción de la foto).
La imagen del pasado es entonces ahora otro de los actuales moradores del Renault 4 con el que empezamos el largo periplo a otra hogar que nos cobije, que imagino estará cerca de Buenos Aires. Y como todo tiene un límite y el espacio del R4 también, le saqué fotos y pedí cotización (siempre negociable en Colombia) a otros interesantes lotes que no caben aquí, pero seguramente estarán esperando este próximo domingo -en la carrera 7ma con calle 24 de la capital cafetera- a que alguien se los lleve a casa.
Camión Bufalo Made in Colombia. 20.000 COP (colombian pesos), diez dolarucos, la antitetánica y pa casa.
Figurita repetida en San Alejo, siempre se encuentra alguno de estos VW de lata japoneses. Se mueve a pilas y la tapa del motor es de plástico transparente aunque no hay registro de alguno que la conserve entre los que se venden en este «pulguero». Suyo por $20.000.
Este Datsun 280Z police car en plássstico estaba en el mismo puesto que el VW, pero a mitad de precio, unos 5 verdes. Con faltantes, es de origen taiwanés y lo fabricó Son Ai Toys.
Esta es la selección de la casa de los autos más raros e interesantes que se apretujaban en una canasta metálica. 5.000 pesos each, 2.5 dólar.
Aceite listo para lubricar gargantas después de una buena borrachera de aguardiente mezclado con salsa (para bailar). A 20.000 pesos la lata.
El vendedor desconocía origen y marca, pero de lo que si estaba seguro era que a este auto a pedal gringo de fines de los cuarenta-principios de los cincuenta no lo soltaba por menos de 500.000 pesos (u$s 250).
Negro como su pasado, este caricaturesco Lotus con las debidas publicidades de JPS tuvo una infancia infeliz haciendo feliz a algún niño que se ensañó con el y le rompió los ejes delanteros. Piden 30 billetes del mártir Jorge Eliécer Gaitán o 15 guashintons en su defecto.
Un negocio chino es llevarse este sport ¿italiano? made in oriente a la vitrina. Es una práctica recurrente patinar juguetes y objetos nuevos para que se vean antiguos por aquí. Sin comentarios del volante y el asiento con tapa de madera.
Si todavía sobrevive algún prócer en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, desde el propio mercado sale a cada rato «La Paisita», esta tradicional chiva que pasea a los turistas nostálgicos por los rincones más antiguos de la ciudad.
Categorías: AutomobiliaFecha: 20/02/2010
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Mariana
Q nota colorida!!! siempre aprendiendo de tus viajes…. muy buena nota!