Los tesoros de la Familia Rivera
Diego Speratti - 11/03/2010En “De la obra a la mercancía de arte”, Hans Heinz Holt compara a los coleccionistas con los buscadores de oro. “Los buscadores de oro son aquellos aventureros que no ansían los medios para la obtención y reproducción de la riqueza ni de los ritmos burgueses de días agrios y fiestas alegres, sino que solamente cavan para obtener el valor puro. Su meta es un tesoro, no un patrimonio. Gozan del tesoro, gozan de su posesión convertida en un fin en si mismo”, asegura.
Justo en la tierra de la leyenda de Eldorado no quedan dudas de que HHH hablaba con Henry Rivera, su mujer Piedad, y el lugar que habitan en las afueras de Pereira, en su mente.
Cada uno de los tesoros coleccionables es amo y señor de alguno de los rincones de la amable casa en la que viven. Así el hall de entrada, el living, los pasillos, la cocina, los baños y los cuartos reciben colecciones de radios antiguas uno, de micrófonos de otros tiempos el otro, cámaras de fotos por aquí, latas de aceite por allá, aceiteras abajo, más artículos de tocador por distintos rincones. Todo eso y más.
Todo es coleccionable para Piedad y Henry, y ella, sin piedad, valga la redundancia, renueva los espacios y resignifica las colecciones cada vez que altera el orden y los lugares de exhibición de sus preciados tesoros conseguidos en Colombia pero también en pulgueros de Estados Unidos o en el mismo San Telmo porteño. Y dicen que esa mudanzas suceden varias veces al año.
Los autos que Henry consiguió a lo largo de su vida, restauró y decidió conservar, están todos en la planta baja de la casa. Allí montó su oficina y su taller, rodeando su variopinta colección de clásicos.
Sentados en una frugal mesa al amparo de una fresca galería tropical y sin haber visitado la colección de vehículos, Henry me introdujo a la relación de sus progenitores con los autos y, por ende, a la suya propia: “mi abuelo se compró su primer carro en 1952, el Jeep Willys CJ3A que vas a ver abajo. Ese fue su único carro. Nunca lo cambió, nunca lo chocó, nunca lo dejó varado… y vivió hasta los 96 años!!! Recuerdo que cuando nos sacaba a pasear y llovía, al regreso nos repartía trapos para que secaramos su Jeep».
«En cambio, mi papá tuvo un negocio de compra-venta de autos, manejo buses, camiones, corrió en autos. Tuvo buenos, malos, impecables, destartalados, de todo, mientras que mi abuelo sólo tuvo uno toda su vida».
Henry parece haber heredado lo bueno de los dos, el gusto por todo tipo de autos de su padre, pero con el mismo cuidado que su abuelo le daba al Willys, generalizado aquí a todos los autos.
Además del mencionado “Jeep del abuelo”, hay otros dos autos en la colección que tienen vínculos familiares, pero esta vez a partir de tíos de Piedad, su mujer, quienes toda la vida manejaron Ford, uno un Country Sedán para 9 pasajeros del año 1955, y el otro, el “solterón, un Victoria coupé del catálogo siguiente. Los dos terminaron en las mejores manos, las de la sobrina Piedad y su marido restaurador.
En la colección también hay lugar para un VW Escarabajo 1955, un Mazda Miata 1991 y el Renault 4 que presentamos en un post anterior (click aquí), todos compartiendo hábitat con memorabilia como latas de aceite, alguna bombas de gasolina e inflado de neumáticos, herramientas de época, carteles enlozados, bibliografía de cada uno y hasta bicicletas y pequeñas motos de años ha.
Pero los consentidos que ocupan el lugar más grande en el corazón de Henry son los Ford A, de los que ha tenido nada menos que siete ejemplares en su vida. Cuatro de esos A los conserva, la mitad de ellos ya terminados y el resto muy avanzados en su proceso. El Convertible Cabriolet 1929 y el Tudor Sedán 1930 (en versión libre de taxi londinense) arrancan a la menor de las insistencias (como todos los autos de la colección) y posan para unas improvisadas fotos, mientras el esqueleto de una Roadster pick up 1928 está casi lista para recibir su vestido de gala y un Phaeton 35A de 1930 se encuentra temporariamente de gira por otros talleres fuera de casa.
Ante la variedad de orígenes, épocas y tipos de autos que atesora el matrimonio Rivera me inquietaba saber qué otros tesoros gozaría tener Henry para completar o continuar su colección. Y respondió sin dudar: “me gustaría tener más Ford A. Si fuera posible alguno con la carrocería 180, un A400, un Town Car, cualquiera de esos, pero todos son dificilísimos de encontrar”, demostrando una vez más que lo suyo no es hacer patrimonio si no disfrutar lo que verdaderamente le apasiona.
Esa misma noche había reunión del Club de Autos Clásicos de Cali, a 200 km y montañas de distancia, y quería estar allí. Me despedí con el consuelo de que otra de las pasiones de los Rivera es pasear por Buenos Aires, y entonces el próximo encuentro con estos buscadores de oro será pronto, frente a las costas del Río de la Plata.
Categorías: En cada esquinaFecha: 11/03/2010
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