Clásico del futuro
Hernán Charalambopoulos - 02/05/2012( Nota publicada en Gentleman Drive) No pasa todos los días esto de tener un objeto de este tipo entre manos, y mucho menos en el entorno que ofrecen los lugares más emblemáticos de la Costa Azul. Cuando Oriol Vilanova, editor de la revista Gentleman Drive, me propuso ir a probar juntos “el más barato de los Rolls” acepté de inmediato el convite.
Recuerdo que una vez un amigo me contaba acerca de su experiencia en un monasterio en la India en donde que tuvo que cumplir durante varios días con un voto de silencio. Al cabo de poco tiempo, hasta lo más imperceptible le parecía importante, y fue así como comenzó a seguir el vuelo de una mosca, a contemplar el cambio diario de las plantas, y a aprender a escuchar los distintos tonos que ofrece el silencio declinándolos en suaves mensajes para su inquieta mente.
Cuando se abre la puerta de un Rolls-Royce, y desde adentro nos invitan a entrar, no se trata simplemente de un cambio de ambiente, o de que nuestro cuerpo encuentre cobijo entre sus mullidos asientos. Es internarse en una dimensión completamente diferente.
Sería como sumergir nuestra humanidad en un mar de sensaciones del que paradójicamente muy pocos quieren ser rescatados. Una saludable burbuja en donde los sentidos se potencian y se amplifican, no por los estímulos recibidos, sino porque la sensación de paz es tan grande, que cada pequeño detalle, cada ínfimo movimiento del paisaje toma una trascendencia que hasta hacía pocos instantes no tenía.

Todo parece detenerse. Todo tiene otro ritmo. Si hasta las agujas del infaltable reloj analógico que descansa sobre la añeja madera del tablero parecen deslizarse con mayor pereza de lo habitual, tomando una debida distancia de la realidad y proponiendo una nueva velocidad al tiempo. Aunque la palabra velocidad suene algo rudimentaria a la hora de hablar de esta pompa en donde todo lo exterior se detiene, hay que decir que bajo sus orgullosas ruedas, el asfalto corre muy deprisa, engañando en todo momento a quienes viajan dentro.
Aquí no se trata simplemente de transportar material humano de un punto a otro en la máxima comodidad posible. Aquí se trata de viajar, y no importa si el viaje dura cinco minutos o cinco horas. La experiencia vivida es tal, que merece la pena entregarse a sus manos y que él mismo nos indique el camino, acompañándonos con su majestuosa aunque discreta potencia durante toda la duración de nuestra estadía a bordo. ¿Alcanzarán sus 578 caballos para tal cometido?
El es nuestro anfitrión, es quien acomoda nuestra humanidad de la mejor manera y una vez listos, alza el vuelo de esta majestuosa alfombra mágica que se desliza a ritmos impensados y nos hace llegar al destino indicado, rápido, seguro y de manera muy placentera.
Como buen anfitrión, pone a nuestra disposición una infinita batería de elementos para sintonizar nuestras preferencias -que bien podrían definirse como caprichos- con las necesidades de cada instante. No falta nada y raramente tampoco sobra nada, ya que la sensación de armonía que nos brinda es tan grande, que dan ganas de utilizar cada uno de los miles de bálsamos a los que puede acudir el viajero para aprovechar al máximo el tiempo invertido en el viaje.
El alma de este auto está escondida. Nunca la vemos, siempre la intuimos pero cuando pensamos que hemos dado con ella se nos escapa, se desvanece y nos deja con la eterna duda de su existencia. Al bajarnos, deja el dulce dolor de una despedida, o simplemente la certeza de haber convivido con esa nube inmaterial en un espacio durante el tiempo en el que fuí su invitado. Es el alma, es el espíritu, es la esencia de un Rolls-Royce…
Ahora entiendo el homenaje de la marca hacia ese inquietante anfitrión invisible, y que tan bien nos ha tratado: como no sabían que nombre ponerle, pero están tan ciertos como yo de su presencia, simplemente lo llamaron” Ghost”.
Categorías: Bon VivantFecha: 02/05/2012
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Pablo Felipe Richetti
¿Será el espiritu del éxtasis?
Creo que es la primera vez que leo la potencia declarada de un RR.
Abrazo
Mariana
Lindas fotos.
Leonardo de Souza
Hermosa experiencia…..Q belleza de auto!
Papanuel
Pero de afuera no parece un Rolls.
cinturonga
Me convenció estimado Griego, me voy a comprar uno. Pero de un color lindo.
Igual no puedo dejar de ver un gran living con ruedas, me encanta, pero como living para descansar. No hay como la cara al viento de un Sport Nacional, del que se baja uno aturdido por el viento y no es capaz de distinguir entre un disco de Mozart y una cumbia.
Un carinho glande, Cintu.
Don Richard
Hay autos que merecen una consideración muy especial y este es uno de ellos. La calidad, tan esquiva, es lo que Hernán describe. La ingeniería al servicio del confort hasta en sus mínimos detalles. Nunca anduve en uno, pero me encantaría, aunque no sea deportivo. Me basta con viajr en gran estilo….
a-tracción
La misma revista Gentleman, publico un articulo en 2003 titulado «Rolls Royce. Fabrica de Silencio».
El Phantom tiene un finisimo instrumento que indica al conductor la potencia de reserva del motor.
Tete
Lo veo como una poltrona de esas para tirarse comodamente a ver TV pero con ruedas, me da la impresion que es un auto para ser llevado y no uno que te invite a manejarlo, de hecho las puertas traseras se abren al reves para que el mas importante del auto (el pasajero trasero) pueda bajar mas comodamente, es mas bien como una limo pero con mas estilo.
raulito
griego.. apasionado,filosofico y sensible.. toda una declaracion de amor al RR, creo que algunos autitos se van a poner celosos!!