La Bugatti de Bitito

Lao Iacona - 21/04/2010

Nada mejor que la palabra personaje para definir a este florido representante de los borrascosos años cincuenta. Apasionado de las mujeres, genial bailarín, estuvo siempre tocando fondo pero cayendo parado; fundador de 17 clubes, entre ellos el Club de Automóviles Sport y el Boating Club de San Isidro, piloto de Fórmula Uno (oficial Maserati) y empedernido Yachtman.

Bugattista si los hubo, Bitito tuvo cinco autos de la marca. Una Type 44, que según sus dichos “era una convertible lindisima hecha en Inglaterra por Mulliner. Tenía capota, vidrios laterales, dos asientos delanteros y un solo asiento trasero con lugar para llevar equipaje. Roja y negra, quedaba espléndida estacionada frente a la puerta de rincón (su local de venta de discos en Buenos Aires).”

Una Type 40 comprada a un profesor de natación de C.U.B.A., con cola en punta, que luego pasara a manos de Eduardo Irigaray, y una Type 35 de cinco bancadas y sin compresor, reformada, con la cola estilo MG TC, que le comprara a Chicho Speroni.

Una Type 38, estilo Phaeton, cuatro puertas. A estas obviamente debe sumarse la Type 51, que habrá de ocuparnos en los párrafos sucesivos.

Corría 1950 y nuestro hombre formaba parte del equipo que el ACA enviaba a Europa a probar suerte en lo que sería la futura Fórmula Uno: Juan Manuel Fangio, José Froilán González y Roberto Mieres, con Amadeo Bignami como jefe de mecánicos. Bitito era por aquel entonces Campeón Argentino Sport.

El grupo se había instalado en Galiatte (Milán, Italia), pueblo natal del desaparecido Achille Varzi, y justamente en la casa de su familia.

Menotti Varzi, el padre de Achille, era un hombre reservado, la muerte de su hijo acaecida durante las pruebas del Grand Prix de Berna en Suiza en 1948, lo había marcado. No obstante ello, y sabiendo la simpatía que se profesaban su hijo y la Argentina mutuamente, albergó al equipo del ACA en su casa.

Según cuenta el propio Bitito, en lo de Varzi no había “servicio” y por ende, solo dormían, pero tenían una suerte de pensión para las tres comidas en un hotel llamado Albergo Due Colonne, cerca de lo de Varzi.

En el mes de julio de 1950 y casi al pasar, el ingeniero Varzi le cuenta a Bitito que la Bugatti de su hijo, aquella con la cual – presuntamente – había ganado el Grand Prix de Mónaco de 1933, estaba en un taller de Milán, en lo de un pariente, don Giovanni Merossi, y que el auto había terminado ahí, ya que en la casa no había lugar para guardarlo.

Bitito recuerda así como dio con la Bugatti: “…lo que cortó la tristeza de estar separado de mis amigos, de mis noviecitas, de La Biela y de mi Buenos Aires querido, fue la compra de la inolvidable Type 51. Alrededor de 1950, charlando con el ingeniero Varzi (cosa que ocurría raramente), le dije que me interesaban los autos antiguos. Me contó que su hijo Achille después de ganar el Grand Prix de Montecarlo de 1933 con su nueva Bugatti Grand Prix Type 51 carrocería biposto, la había dejado abandonada en su casa de Galliate… donde la obsoleta Bugatti molestaba al Sr. Varzi, motivo por el cual la había depositado en el taller de un pariente, el Sr. Giovanni Merossi, ex corredor de automóviles, quien además era tío de Alberto Ascari. Ni lerdo ni perezoso me dirigí de inmediato a lo de Ascari, quien a su vez me contactó con Merossi. Su taller estaba en Milán debajo del famoso velódromo Vigorelli donde se hacían grandes competencias de ciclismo. Hice una cita con Merossi, tome un ómnibus y en media hora llegué a su taller. Era grande y bastante desordenado. Me dijo que el auto tenía un problema: ¡le debían la estadía desde 1934! Desde aquella época no había tenido uso alguno, pero en concepto de estadía, la deuda era de dos mil dólares. Mucha plata en aquel entonces. Agregó que hablaría con el ingeniero Varzi para estudiar una quita pues a él le molestaba la Bugatti en el taller. Después de pensar un rato, Merossi dijo que si yo arreglaba con el ingeniero Varzi y le llevaba una constancia donde le dijese que no tenia ningún reclamo que hacer, me entregaría el auto por solo mil dólares y consideraría cancelada la deuda por estadía. También me aconsejó que tuviera en cuenta que tal vez habría algún pequeño gasto extra porque ese auto nunca había sido patentado Creí estar soñando, pues me parecía imposible hacerme de esa fantástica Bugatti casi nueva tan fácilmente.

Temiendo quebrar el encantamiento me dirigí a Merossi con voz suave y respetuosa y le dije: “señor, ¿la puedo ver?”. Avanzamos dificultosamente a través de los bultos y fierros del taller, y en el fondo, donde la altura del techo se iba reduciendo y había que entrar semi agachado por la inclinación de la pista que estaba encima, la vi. Azul Francia, llena de tierra, pero totalmente nueva, inmóvil durante los últimos quince años. Varzi la había pretendido transformar en auto sport agregándole unos guardabarritos tipo cycle wings y un motorcito de arranque encima del volante del motor. Aunque la moda de los autos antiguos aun no existía en Buenos Aires en 1950, había gente inteligente y de buen gusto que valoraba estas cosas. Esa Bugatti era el sueño y el ideal de los verdaderos tuercas porteños, y el mío propio… Para poder usar un Ford o un Chevrolet último modelo en Buenos Aires había que ser rico, y en cambio ¡autos del estilo de esta Grand Prix podía comprarse con solo mil dólares!

Debía resolver inmediatamente como obtener el dinero pues para esa temporada de 1950 solo me quedan seiscientos dólares. No obstante le dije a Merossi que aceptaba la propuesta, pero con la pequeña exigencia de que pusiera el auto en marcha y lo sacara a la calle. Merossi me pidió un día para ello y quedamos convenidos para el día siguiente. Me fui de inmediato a Galliate y desesperado comencé con mis pedidos para juntar los fondos. Luis Elías Sojit, periodista deportivo a quien mucha gente le tenía antipatía, me prestó doscientos dólares. Luis Elías era muy generoso y excelente persona, también fue muy bueno conmigo tres años después ayudándome a comprar mi pasaje a Buenos Aires cuando falleció papa. Pepe me prestó cien dólares y Juan cincuenta. Logré juntar los mil dólares y fui a buscar la Bugatti. Estaba reluciente en la puerta del taller, y con ella volví raudo a Galliate pueblo natal de Achille. Allí me esperaban muchos vecinos y tuve que dar unas vueltas para que pudieran ver y oír la Bugatti. La dejé guardada en nuestro taller del ACA hasta que regresamos a Buenos Aires en noviembre. Como no podían importarse autos ni casi nada a Argentina, tuve que conseguir un permiso especial para ingresarla. El asunto del permiso para ingresar la Bugatti fue muy engorroso. Sojít tenía importantes vinculaciones con el partido peronista y logró que cada miembro del equipo nacional se nos otorgara un permiso especial para importar un auto. Creo que Juan trajo un Cadillac y Pepe un Buick. También otorgaron permiso para importar un auto en 1950 a otro argentino, Adolfo Schwelm Cruz, quien había comprado en Italia un estupendo Alfa Romeo Monza, de 8 cilindros con compresor…”

“Para despachar los autos a Buenos Aires, hubo que conducirlos hasta el puerto de Génova. Teddy pasó a buscarnos por Galliate y desde allí nos fuimos con los cuatro autos, Bugatti, Alfa, Cadillac y Buick, por la autostrada que tiene buena parte de camino de montaña. Teddy y yo manejábamos nuestros racers fuertísimo, con gran entusiasmo, y nos quedó un imborrable recuerdo de ese viaje, más fascinante y bello que el que nos puede dejar el mismísimo ballet de Montecarlo. Después de embarcar los autos en Génova regresamos a Roma, y desde allí volamos a la Argentina. Cuando el auto finalmente llegó a nuestro país, y tras miles de trámites engorrosos, fuimos a buscarla con Jorge Malbrán en el auto de su padre para poder remolcarla.

Sin embargo apenas la empujamos se puso en marcha y fui directo a La Biela. Los habitués no podían creer que en Buenos Aires estuviera esta maravilla. Disfruté mucho tiempo de la Grand Prix, y corrí y gané muchas carreras con esa bellísima máquina.”

“Un día debí vender la Bugatti (mi economía era minúscula). Se la vendí a José María Millet en el mismo valor que me había costado, pero, eso si, con promesa de retroventa. Millet no me la revendió como se había comprometido y yo esperaba, y pasó a manos de Rodolfo Pradère”.

Bitito como bien dijo, corrió gran cantidad de pruebas con el auto, siendo asiduo participante de las carreras del Club de Automóviles Sport desde 1950 y hasta 1953.

Luego, la bellísima Type 51 paso a manos de Rodolfo Pradère, un coleccionista de Lobería, quien tuvo varias Bugattis en nuestro país, para finalmente (sí, adivinaron) ser exportada a Europa, donde se conserva hoy día.

Un servicio para nuestros lectores!
Categorías: Historias
Fecha: 21/04/2010
11 Respuestas en “La Bugatti de Bitito
  1. Fuoripista

    Una historia apasionante la de esta Bugatti como la del mismo «Bitito»!!
    Recuerdo al Sr. Pradere con quien tuve contacto hace muchos años (me contó que había tenido varias Bugattis en su campo en Lobería) pero no por esta Type 51 sino por sus libros.
    Estimado Lao lo felicito por este post!!

  2. Lao Iacona

    Sí, Rodolfo Pradére tuvo varias Bugattis, de estas varias una Type 57 se conserva aún en Argentina. Saludos, Lao.

  3. bi tita de mieres

    Yo en casa zurciendo las medias y el Sr. se gasto mil dolares en el auto!!.
    Que incredula, me habia dicho que la Bugatti, era producto de una indemnizacion, «o la agarraba la o me volvia sin nada».

    Por lo de apasionado de las mujeres y genial bailarín, vuelvo otro dia.

  4. a-traccion

    Lao, es localizable la 51 por aqui en Europa? Seria bueno dar con el auto en algun evento por aqui y poder hacer una nota. He tenido la suerte de oir algunas de las anecdotas por Europa de Bitito. Podriamos decir que la 51 fue la ultima Bugatti de Grand Prix realmente competitiva.

  5. Cristián Bertschi

    ¿Por qué le pregunta solamente a Lao?
    Le respondo yo. El auto está en Suiza.

    Es de la Fondation Erika & Charles Renaud en Cortaillod, Neuchâtel (CH).

    Alguien hace el viaje a visitarla?

  6. Marcelo

    Qué personaje Bitito, todo un prócer……..

  7. Don Richard

    Recomiendo vivamente la lectura del libro autobiográfico de Bitito Mieres cuyo coautor es Jorge Macome : Por qué ser normal?. Tiene muchas anécdotas y pinta una época muy interesante. Es de fácil lectura y muy divertido. Realmente un personaje!!!! Y gran piloto.

  8. cinturonga

    Excelente Lao, seguramente sea una aneda conocida entre los conocedores (duplica?), pero me parecio muy buena!! Lindo personaje,… y Bitito también.

  9. Maximo Palmbaum

    Extraordinaria nota¡¡ saludos

  10. carralfer

    Lao: genial la nota (y la encontré en la Bugatti page…) pero como no soportaba la terrible traducción automática pase al link de Retrovisiones.
    Cuando quieras escucharla del propio Bitito, te paso un casette con un reportaje que le grabé hace unos mil años, cuando estaba en el Boating, donde lo hice hablar de sus Bugattis

  11. Lao Iacona

    Fernando; Acepto una copia del reportaje! Bitito tuvo varias Bugattis; en nuestro libro hay fotos de todas, pero nunca pude terminar de saber a ciencia cierta, salvo la 51, que eran. Así que me interesa sobremanera escucharlo. Un abrazo y gracias. Lao.

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