De príncipe a rey
Diego Speratti - 23/10/2009La necesidad es hereje y NSU fue otra de las marcas alemanas que debió adaptarse a los tiempos de crisis para proponer su propia versión de microcupé. No sólo eso, la fabricación del nuevo modelo que comenzó apenas iniciado el año 1958 significó también el esperado regreso de esta marca a la producción de autos, tarea que había abandonado lejos y hace tiempo, en otro año de crisis, 1929.
Ese modelo lo bautizaron Prinz (príncipe en alemán) y pasando lista a sus características principales podemos destacar que acomodaba cuatro personas (apretadas… y muuuuy apretadas si son XXXL como el Hombre Medio Gordo o Gordo y Medio) y la configuración mecánica escogida fue montar el motor bicilíndrico en la parte trasera. Contrariamente a lo que ofrecían marcas como BMW (o De Carlo en Argentina), Isard o hasta Citroën, los pistones estaban hermanados uno junto al otro y no enfrentados. Con apenas 583 c.c. de cilindrada y refrigeración por aire, su caballería propulsaba las ruedas traseras.
El Prinz era un auto muy compacto, de apenas 3,14 metros de largo, y bastante proporcionado, aunque el techo aparecía como un chichón en el centro de la carrocería, curioso diseño que le hizo, apenas llegado a Argentina, ganarse el simpático mote de «galerita».
Todo se debió a que Automotores Argentinos (Autoar), firmó, el 4 de agosto de 1959, un contrato para ensamblar aquellos Prinz en su planta de Tigre. Sello va, circular viene, y el memorando con la aprobación oficial del acuerdo llegó en noviembre de ese año. En julio de 1960 comenzaron a salir las primeras unidades nacionales, aunque la revolución productiva la tendríamos que esperar hasta el menemismo… Se ensamblaba con partes traídas de Alemania.
Paralelamente en su país de origen el Prinz seguía evolucionando y creciendo en versiones, por ejemplo con la incorporación de la bellísima coupé Sport Prinz diseñada por Franco Scaglione en sus tiempos dentro del equipo que salía todos los días a la cancha en el Social y Deportivo Bertone.
Para el año 1961 el Prinz original, que ya había tenido dos pequeñas evoluciones, cambió por completo su aspecto y agrandó su tamaño, naciendo así el Prinz IV.
Ya no tenía imagen de microcupé, si no de auto pequeño, con unas líneas que recordaban a las del Chevrolet Corvair, aunque en versión «jíbarizada», con 3,44 metros de paragolpe a paragolpe (30 cm más que su antecesor).
El bicilíndrico refrigerado por aire seguía allí, atrás, pero su cilindrada crecía hasta los 598 c.c. y ya eran 40 los alazanes. El arranque y la generación de energía corrían a cargo de un dynastart actuando sobre el cigüeñal y el tradicional árbol de levas a la cabeza era accionado por engranajes, una solución que también caracterizaba a los productos de Neckarsulm de dos ruedas, muy difundidos en estas tierras.
El Prinz IV no llegó a ensamblarse jamás en Argentina pero si a importarse en pequeñas cantidades (el número más creíble habla de una corte de 12 príncipes). Y afortunadamente uno de ellos hizo su rutilante aparición en la reciente Autoclásica, para ser condecorado como la mejor microcupé del concurso.
Que haya llegado así hasta nuestros días es una historia tan larga como fortuita de la que aquí se resumen algunos de los momentos más trascendentes:
Año 1962: Kennedy a la cabeza y el fotógrafo Juan Samburgato, residente en Rosario, decide hacer el upgrade de su querido Prinz III a un IV que le hizo luces en la concesionaria Flanagan de su ciudad. A partir de allí lo disfrutó y, es válido decirlo, también lo padeció por más de 40 años. Obsesivamente este hombre guardó manuales, catálogos, folletos, cuentas y todos los papeles que su compra y mantenimiento pudieran generar.
Año 1966: en el libro de servicio cuenta que cuatro años después de su compra, lo llevó a hacer un mantenimiento preventivo y el odómetro apenas marcaba 12.766 km.
Años setentas, ochentas y noventas: la condición económica del fotógrafo fue deteriorándose y esa y otras razones determinaron que fuera paulatinamente limitando el uso del «príncipe» azul. Algunas de las pocas salidas de Samburgato a bordo del NSU eran las visitas obligadas al supermercado con la patrona, pero para cumplirlas se tomaba sus precauciones para salvaguardar a su amado NSU de cualquier foco virulento.
Llegaba al estacionamiento y entraba a hacer las compras con la condición de que su mujer nunca se bajara y dejara de proteger al NSU contra los males del mundo, materializados en amenazantes carritos de compras, perros de seguridad marcadores de territorios y futuros rivales de góndolas y filas de cajas registradoras buscando lugar para estacionar sus dóciles Ford Fairlane e IKA Estanciera.
Año indeterminado: la familia Samburgato sale de vacaciones. Destino: Córdoba, con todo reservado. Al registrarse en el hotel todo estaba bien con las habitaciones pero en el estacionamiento no había lugar seguro para el NSU por lo que Juan decidió volver a montar a la familia en el bólido y regresarse a Rosario. «No hay como un veranito en el Paraná», los habrá convencido.
Año 2000: hace su aparición en la historia el obsesivo buscador y coleccionista de microcupés Jorge Lizardo quien viajó a Rosario para visitar al auto y a su dueño luego de conseguir el dato de donde residían ambos. Y nunca mejor dicho, pues Lizardo fue invitado a pasar a la casa para encontrarse con que propiamente el living era el ambiente donde descansaba a diario el NSU mientras los demás se arreglaban como podían en el resto de la humilde casa.
Años 2001 a 2000 y algo: A esa visita la sucedería otras a un ritmo de una tocada de timbre anual, en las que Samburgato le contaba historias de la convivencia con el auto y de su obsesión por este Prinz. Visita tras visita el estado del auto no se modificaba a excepción de un mínimo deterioro en las baguetas que enmarcan la línea de cintura del auto, muy expuestas en el auto y blanco fácil para que las puertas de los muebles de la casa hicieran involuntario tope contra ellas.
Años atrás: Lizardo se enteró que Samburgato había muerto y aprovechando un viaje a Rosario pasó por la casa para saber que habían hecho con el auto. El NSU ya no estaba allí.
Este año: dio una y mil vueltas y esta temporada sucedió el milagro: Lizardo lo encontró en la casa de un familiar de Samburgato en las afueras de Buenos Aires. Este sí tenía intenciones de desprenderse del auto y le pidió una cifra bastante significativa que Lizardo no estuvo en condiciones de negociar. Si lo quería tenía que poner cada uno de los billetes exigidos. Y como un auto con una historia y un estado semejante no tiene precio, lo compró, lo volvió a la vida y lo convirtió en rey de su categoría en la reciente Autoclásica.
Extra, extra! La máquina del tiempo nos devuelve a 1967, año en que nació el olvidado NSU P6, el curioso utilitario construido en Uruguay por la empresa Nordex que hacía uso de la mecánica del Prinz IV. Click aquí
Categorías: CrónicasFecha: 23/10/2009
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Muy buena historia!! Que buen autito del estilo de diseño de la época bastante difundido del Corvair y también del Fiat 1500.
Increible la historia del primer dueño!
Timpa
esta nota me recuerda a uno de mis autos preferidos, el NSU Wankel spider. Que obsesion que tenia el sr. Samburgato por ese Prinz!
Saludos
Lucas
El. señor que esta parado a la derecha en la foto era compañero de colegio del padre de Samburgato.Muy buen trabajo
CARLOS
SE HIZO JUSTICIA, EL HERMOSO N S U GANÓ UN PREMIO, SE LO MERECIA Y EL DUEÑO TIENE QUE ESTAR MUY ORGULLOSO
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