Chécheres quiteños
Diego Speratti - 08/04/2010“El Mariscal” es el barrio “gringo” de Quito. Allí se alojan, pasean y salen a rumbear la mayoría de extranjeros que visitan la capital de Ecuador.
Todo parece indicar que es el lugar perfecto para tener una tienda de antigüedades también, pues caminando a la altura donde la calle Juan León Mera se funde en un abrazo de concreto con la calle Carrión, frente a la vidriera de la casa AG Joyería (tel 255 0256, más las claves correspondientes…) llama la atención que tanta curioso quepa en un local tan compacto.
Entre tanto visitante blandiendo guashingtons, pude divisar antes de entrar alguna memorabilia retrovisionista, y fue entonces que me interesé por lo que se puede encontrar en un negocio del rubro en Ecuador y las cotizaciones locales, como para que no haya sorpresas y todos vayamos alertados -y volvamos cargados- de nuestra próxima visita al Ecuador.
Me saco el saco, me quito el Quito y… adentro. La propietaria esperó que la marea bajara, me atendió muy amablemente y me mostró con mucha paciencia toda la memorabilia relacionada con los autos, apenas estos cuatro objetos que se describen a continuación.
Lindo cronómetro Omega que, cuenta la leyenda, dejó lamentablemente de ser un mint condition el día que trasladó su domicilio desde el húmedo y muy trópico Guayaquil a la fría y desoxigenada Guayaquil. Créase o no, la única verdad es que hay que caerle con 260 verdes para llevárselo a casa.
Este reproducción algo abstracta de auto norteamericano circa 1958 es de lata y japonés. De fabricante desconocido (para mí y para la señora que lo vende) es el ítem más barato con el que completar ese huequito que siempre queda en la maleta/valija: 35 dólares ecuatorianos.
Detrás de una máscara de madera de un perro, de las llaves del castillo del rey del banano, del único instrumento musical andino que sobrevivió a los festejos de la primera clasificación de Ecuador a un Mundial en el 2001, de la concha marina encontrada en la tripa de una centenaria tortuga de Galápagos y de otras cosas que no tienen sentido, función ni estilo hay un auto a pedal, también de marca desconocida, que cuesta dos gambas, las mismas que se necesitan para pedalear y hacerlo caminar.
El R4 merece pasear por Latinoamérica los escudos de armas de los Automóviles Clubes de la región por el sólo hecho de que no haber necesitado de los servicios de ninguno de ellos… hasta ahora. Mientras esperamos las donaciones de las autoridades de los mismos, fans confesos de RETROVISIONES, contemplamos el de Chile, dispuesto a engalanar cualquier clásico o vitrina a cambio de 45 dólares.
Categorías: AutomobiliaFecha: 08/04/2010
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