Efraín, el fructífero
Diego Speratti - 26/02/2010Compré mi primer Renault 4 a su único dueño en el 2007, que para entonces usaba otro auto y había condenado a este a un estado cuasi abandónico.
A pesar de todo, el auto y el dueño me cayeron bien y me volví a mi casa bogotana con este «renol» (que alguna vez fue) gris, del que su partida de nacimiento dice que un día de febrero de 1978 salió de la planta de Renault en Envigado, Antioquia, en un alegre tono naranja.
Este «amigo fiel» (así llaman al R4 los colombianos, por un recordado slogan de publicidad local) hubiese necesitado una intervención mayor desde el primer día que cayó en mis manos, pero seguí usandolo así cotidianamente y junto a él y con toda mi casa a cuestas hice planes de regresarme algún día a Argentina (que lindo que todas tus cosas quepan en una renolenta…).
El día llegó, pero no podía salir de Bogotá sin montarle por lo menos un par de neumáticos nuevos (el delantero derecho se había reventado en los precipicios que van de Bogotá a los llanos orientales, grandes emociones…) y otro par de rines/llantas Cofre made in Colombia (una de ellas decidió desmaterializarse en una curva cerrada y con un amigable Kenworth queriendo hacernos bichos de su radiador).
Entrada a boxes, cambios en los trenes de rodaje y eureka! Al desnudarlo, los guardapolvos (fuelles) de los semiejes eran tan sólo un recuerdo y las «zanahorias» (los terminales de caucho de los tensores de suspensión) estaban en camino de serlo. La caja también lloraba por las juntas su lubricante elemento. La partida se posponía por un par de días.
Pero no hay mal que por bien no venga y las malas nuevas me obligaban a visitar una vez más a Efraín Becerra.
Un día, la gran enciclopedia colombiana de los autos clásicos, Roberto Nigrinis, me intimó a acompañarlo a visitar el taller de un amigo y resultó ser el de Efraín. No impresionaba por lo prolijo, pero se abrían para mi las puertas de un paraíso lleno de autos que no conocía y de las historias de vida de quien por más de medio siglo ha metido a diario sus renegridas y sabias manos en cuanto Cadillac, Chevrolet, Jaguar y (atención con el dato…) AMC sigue circulando hoy por cualquier coordenada del país cafetero.
Sí, Efraín, que en hebreo significa muy fructífero, fue, es y será la autoridad técnica en el hemisferio sur de la American Motors, labor que en su época lo hacía viajar a capacitarse y dar cátedra a Estados Unidos y por todos los rincones de su país.
Ahora chapa, pintura, motores, transmisiones, frenos, restauraciones completas de cualquier modelo, no intimidan a Efraín y su equipo. Ni siquiera meterle mano a una escalofriante carroza Cadillac 1954 de la Funeraria Gaviria, que ha trasladado a varios ex presidentes a su último reposo, y que disputó protagonismo y turno de chequeo de rutina con el R4, pura vida a su lado.
Cuando algunas horas después me avisaron que el cuatro latas estaba listo, fui por él. Efraín aprovechó para recordarme anécdotas de una aventura (en ese tiempo si lo eran) que realizó junto a un hombre amigo y a un mejor amigo del hombre a través de Sudamérica, recorriendo Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile a bordo de un Furgón Ford 1950 en el año 1954.
Salí de lo de Efraín muy animado por las historias de viaje y porque el inicio de nuestro propio periplo ya era un hecho.
Me despedí de todos y 50 metros más adelante, en la esquina del taller y frente a la entrada del cementerio, me detuve en una de mis cafeterías preferidas, apropiadamente llamada «La Última Lágrima». En la rockola algún borrachín desmañanado balbuceaba, junto a Chavela, algo que decía más o menos así…
«Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas,
por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo».

Fecha: 26/02/2010
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Raul
Diego muy buena la nota, espero que nos sigas contando tu viaje aventura.
Roberto Nigrinis
Sin duda alguna la pluma fina y simpática de Diego nos seguirá contando sus vivencias durante su larga travesía, acompañado por su «cabalgadura multicolor» nuestro amigo fiel, el querido Renault 4.
curzio43
Felicitaciones a Diego, especialmente por su excelente definición minimalista: «que lindo que todo lo que uno posee quepa en una Renoleta» !
Manuel F.
Empieza el camino de la renolenta, buen viaje!!
Alvaro López Fontana
Como siempre es un gusto leer tus notas, buen viaje y esperamos verte pronto…suerte !!!
Fede44
Buen viaje a los dos!! no se peleen
Iván Cubillos
Diego, que bueno volver a leer sus historias que tanto extrañamos los lectores que en su momento cautivo en Colombia, de algo si estoy seguro y es que mas de uno seguiremos su travesia dia a dia
muchos exitos
JCV
La cuarta fotografía, la de los fieles guardianes de Don Efraín, me recuerda una nota por mi publicada en un diario capitalino. Me permito transcribirla.
Más Feo Que Perro De Taller
En Colombia existe, dentro de muchas, una especie animal en peligro de extinción: son los perros de taller.
Se ven amenazados por los nuevos y lujosos talleres de concesionario, donde el piso de tierra ha sido desplazado por inmaculadas planchas de concreto protegidas por pinturas poliméricas de alta resistencia al tráfico.
El fiel compañero y guardián que por años se apostaba desafiante a la entrada de los chuzos ahora también se ve reemplazado por costosas alarmas que avisan a la policía de situaciones anómalas en horas ídem.
Qué será de troski , capitán , rocky y cumbalay ? La economía de mercado ha traído productos y servicios de escritorio que en poco o nada amedrentan a los ladrones.
Estos canes, con sus fieras dentaduras y profundos ladridos y aullidos, siempre asustaron al más audaz de los hampones.
Ellos, los gozques, con su inconfundible aire de malosos son muy fáciles de mantener: generalmente basta comprar en la plaza un kilo de hueso para su deleite diario.
Cuando se ponen muy latosos basta con soltarlos de su cadena para que busquen alguna pareja y hagan lo que la naturaleza les manda.
Por la carga genética que define su raza se reconocen a la cuadra: algunos tienen una lejana traza de pastor alemán; otros parecen haber tenido un ancestro bóxer; los más son tan flacos y feos como el perro de los Simpson.
Quizás, estos últimos sean los que normalmente se catalogan como criollos , o más sofisticadamente, pastor colombiano.
El color que más los caracteriza es el mugre. Jamás les falta un manchón de aceite en el lomo, líquido que decididamente contribuye al control de las pulgas.
Pero como todos los perros, baten la cola a la llegada de sus amos, les gruñen a los desconocidos y suspiran en las tardes soleadas cuando dormitan a la entrada del taller.
Cuentan que una vez un gozque de estos bebió erradamente de una batea que tenía gasolina.
Ante la intoxicación, el pobre animal salió corriendo y aullando, y le dio varias veces la vuelta a la manzana.
Ya en sus últimas se desplomó a los pies de don Pedro Mugre, su aterrado amo. ¡Se le había acabado la gasolina!
DS
Upale, gracias de endeveras a todos.
Vargas, genial la semblanza de los rropes de yerta. Eso merecía un post!!! Le voy a hacer fotos a todos los que vea en los talleres sudamericanos que todavía nos falta conocer con la renolenta!!! También traté con mecánicos que parecían salidos de una temporada en las profundidades de Potosí. Esos también están en peligro de extinción!!!
Mariana
re linda nota!! q hermoso,hermoso, hermoso el Renault 4!!