Un Hudson para toda la vida
Diego Speratti - 24/05/2010En 1997 me tocó cubrir el Rally del Río de la Plata para la revista Autos de Época. Uno de los autos que más recordaba de aquel rally, que salió de la Plaza Matriz de Montevideo y marchó hacia Punta del Este, era un Hudson Terraplane 1937 amarillo.
No supe más sobre aquel convertible hasta el año pasado, cuando lo volví a ver en Autoclásica, en el espacio del Hipódromo de San Isidro que el Montevideo Classic Car Club se encargó de decorar con puros buenos autos (click aquí).
Antes de que me acercara a preguntar por el Hudson, fueron sus dueños los que se acercaron a mi porque recordaron que les había regalado la primera “Autos de Época” que tuvieron en sus manos (12 años atrás…). Había olvidado aquel momento, pero ya estábamos presentados con padre e hijo Rapetti para volver a ser amigos y terminar hablando sobre el Hudson, que se llevó de Autoclásica un premio por su estado de conservación y otro premio aún más grande para su propietario que fue conocer a una nieta del fundador de la marca, que vive en Argentina, y se acercó muy emocionada a ver a uno de los autos concebidos en la fábrica del abuelo en Detroit.
Hudson nació en 1909 y se fue posicionando como una marca de precio intermedio, sostenida industrial y económicamente en cierto momento, especialmente en los años veinte, por su división Essex, con precios más accesibles y ventas muy superiores a las de Hudson.
Competidora de marcas como Buick, Chrysler o Mercury (ésta se creo justo antes de la S.G.M.), a comienzos de los años treinta ya proponía autos equipados con motor de 6 cilindros en línea o los más onerosos de 8 en línea. Por aquellos tiempos sus productos no dejaban de desarrollarse y los modelos de 1934 ofrecían suspensión independiente, mientras dos años después entraba en catálogo la caja Electric Hand (o mano eléctrica, en uruguayo), que incluía un preselector de velocidades eléctrico en la columna de dirección y un sistema electro-mecánico de cambios, fabricado por Bendix.
El preselector permitía eliminar la palanca en el piso, pero requería el accionamiento convencional del pedal de embrague que, por otro lado, es de corcho y funciona bañado por fluidina.
Los autos que equipaban este dispositivo, sin embargo, llevaban una palanca convencional enganchada a la parte inferior del tablero. Esta podía quitarse fácilmente para ser colocada en la correspondiente entrada en el piso en situaciones de emergencia en que el selector eléctrico de la columna se negase a funcionar.
El Terraplane 6 cilindros de aquellos años incorporaba la tapa Powerdome con la que anunciaba 101 caballos a 4.000 rpm para los 3.474 c.c. (212 pulgadas cúbicas), traía frenos hidraúlicos en las cuatro ruedas, 122 pulgadas (3,10 metros) distanciaban al eje delantero del trasero, y neumáticos de 6.00 x 16 pulgadas le aseguraban una marcha confortable y relajada en carretera.
Todos estos son atributos que se pueden encontrar en el Hudson Terraplane Brougham Convertible 1937 de Carlos Rapetti, un auto interesante por estas características técnicas, por su rareza y su estado y, antes que nada, por la historia de esta unidad en particular que su propietario cuenta con un orgullo y una sensibilidad que conmueven a cualquiera. Quien quiere oir que oiga…
“Mi familia es de Canelones. Mi papá encontró este auto a 20 km de nuestra ciudad y le encantó. Un 21 de abril de 1944 lo compró”, recuerda Carlos con memoria quirúrgica.
“Para ese entonces era un auto usado de apenas siete años. Al año siguiente mi padre lo pintó en dos tonos de grises y a la temporada siguiente, en 1946, mis padres se casaron y decidieron irse de luna de miel con el Hudson, a las playas de Rocha. Yo nací en diciembre de ese año, así que hacé las cuentas, en una de esas me concibieron en este auto”, y no hay nada ni nadie que pueda contradecirlo visto el vínculo que los ha unido por siempre.
“También fui a veranear varias veces con mis padres en “la voiturette”, como siempre la conocí. Ibamos a Atlántida, visitábamos a la Virgen del Verdún, recuerdo muchos viajes allá”, agrega.
Nacido y criado en este Hudson, Carlos también aprendió a manejar en el, y a pesar de que tuvo varios autos a lo largo de su vida, éste fue el único que nunca vendió.
Carlos puede enumerar datos y fechas de la convivencia familiar con el Hudson por horas y sin pestañear: “en el año 1964 de nuevo recibió pintura, capota nueva, se hicieron los tapizados, el motor. ¡Y yo ya tenía libreta para disfrutarlo!”
“En 1986 le ofrecí a mi padre comprárselo y pude convencerlo. Poco tiempo después tuve la oportunidad de desarmarlo y hacerlo pieza por pieza e, incluso, ¡terminé pintándolo con el mismo soplete Bink que había usado mi padre para pintarlo en dos tonos en 1945! La restauración me llevó más de cinco años y al final apuramos el ritmo porque quería tenerlo listo para los 15 años de mi hija. Finalmente fue en el auto que llegó a su fiesta.”
Carlos lo llevó luego a una exhibición de autos clásicos en Montevideo y aquel mencionado Rally del Río de la Plata del 1997 en el que nos conocimos fue su bautismo en los rallies. Ahora estamos en el Rally del Río de la Plata 2010 y es en un alto en la gymkhana donde arranca y se detiene en los grandes hitos que marcaron las vidas de los integrantes de la familia Rapetti y el Hudson. Para complementar el relato oral, la guantera se abre y aparecen allí dos fotos históricas, una de una vecina posando con el Hudson y otra del propio “niño” Carlos retratado frente a la trompa, cuando el auto era bicolor.
Las historias de Carlos, de su padre y, ahora, de sus hijos con el Hudson se suceden. “El año pasado cruzamos con ellos en barco a Buenos Aires para ir a la Autoclásica. Fue la primera salida de Uruguay con el auto». En otro paseo con el auto le dijeron el piropo del Hudson que más recuerda: “un botija se paró frente a mí y me dijo suplicando, “Pisame con ese auto!!!”.”
El Hudson de los Rapetti lleva el número de serie 735077 (los 8 cilindros comenzaban por el número 75 y los 6 por el 73) y nunca ha mudado su residencia canaria, donde convive ahora en el garage familiar junto a dos Mercury 1941 (una cupé y un convertible) y varias motos entre las que se cuentan una Moto-Horex 350 1951, dos Vespa, una KTM 1974 de cross y 3 VeloSolex. Pero “la voiturette” mira a sus vecinos altanero, sabiéndose el más querido, un padre comprensivo, un hermano fiel, un hijo dilecto, el compañero inseparable de aventuras de la familia por tres generaciones. Y por las que vendrán.
Fotos: Miguel Tillous y D.S.
Categorías: CrónicasFecha: 24/05/2010
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DBU
Excelente nota y maravillosas fotografías. Un detalle: me parece que Mercury comienza su producción en 1939 por lo que sólo a partir de ese momento compite con Hudson.
Mariana
coincido con DBU—excelente nota…las fotos increibles, el auto maaaaaaaaaaaaasss!!!!
Marcelo
Excelente relato, uno similar fue el que Polenta Riganti llevó a la victoria en el GP de 1936.
a-tracción
Excelente nota y una restauracion envidiable
Daniel
Historia, fotos y coche envidiables. Excelente.
DS
Gracias por los comentarios y aportes.
DBU, el tema Mercury está aclarado ahora en el texto.
Saludos
ds