Una pinturita de Bentley

Diego Speratti - 17/04/2015

El sosiego de un domingo cualquiera en el bar del pueblo. El mozo de buena charla, la rubia estanciera de la mesa de al lado, de esas que sólo se consiguen en los pueblos de la pampa húmeda, y desde la mesa más arrinconada del lugar, el escaneo de 360 grados para admirar lo que está bien y lamentarse por lo que está mal del climático bar «La Marina» de Lobos, que supo ser la gran tienda de modas del pueblo y hace unos años se cambió la ropa por la de bar.

El cuello continúa su armónico movimiento pendular hasta que algo hace ruido. Un ruido fuerte como el de, pongámosle, un gran motor, un motor como el de un Bentley. Y sí, es un Bentley lo que se divisa arrinconado en las antípodas del bar.

¿Es una foto? ¿Es una pintura? Salomónico empate. Para mí es la pintura de una foto; quizá de alguna vieja portada de una revista (¿First?), quizá una toma originalmente hecha en una calle del viejo San Isidro, pues el pintor respetó el reflejo de paredes coloniales pintadas con sangre de buey, sobre los cromados de este Bentley.

Próximos a la obra, se abre una nueva línea de investigación. La firma un tal Sancho. ¿Será el mismo Sancho que conocemos? Antes de dedicarse a su original estilo fierita (fauve), ¿su mercado era la decoración de bares poblerinos con pinturas hiper realistas?

Un misterio por resolver y una obra que está, es ésta.